La banda está integrada por Aníbal Cabrera (voz y accesorios), Emiliano Peirone (voz y guitarra), Gustavo Yapura (flauta traversa y coros), Fabricio Boretto (tres cubano y coros), Diego Silbermanas (bongos y campana), Diego "tercel" Semperena (congas y coros) y Emilio Pasquini (contrabajo), tocan música tradicional cubana.
lunes, 15 de noviembre de 2010
martes, 10 de agosto de 2010
En vivo: "Tomaco y la mala yunta"
Esta banda, realiza una interesante propuesta de tango en la que se destacan composiciones propias y clásicos como Garúa, Tiempos Viejos, Se tiran conmigo, Malevaje y algunos covers de rock nacional devenidos en tango.
“Tomaco y la mala yunta” surgió a fines del 2008 en la ciudad de Córdoba. Cada uno de sus integrantes contaba con algunos tangos compuestos con perfiles similares, a ello le sumaron un bajista y así grabaron el primer demo en abril del 2009. Actualmente, están próximos a grabar su primer trabajo.
Se caracterizan por hacer tangos propios con un aporte de humor y reflejo del mundo actual. Además, de clásicos, también hacen algunos covers de rock nacional, en dos por cuatro ya que todos los integrantes vienen de formaciones rockeras. El grupo está integrado por Fernando (TOMACO) Fabbro en bajo, Gustavo (CHACHA) Castrillo en teclados, Ezequiel (UNCA) Gallego en guitarra junto a Damián (BUHO) García y Matías (ORCO) Ortiz en voz.
“Tomaco y la mala yunta” surgió a fines del 2008 en la ciudad de Córdoba. Cada uno de sus integrantes contaba con algunos tangos compuestos con perfiles similares, a ello le sumaron un bajista y así grabaron el primer demo en abril del 2009. Actualmente, están próximos a grabar su primer trabajo.
Se caracterizan por hacer tangos propios con un aporte de humor y reflejo del mundo actual. Además, de clásicos, también hacen algunos covers de rock nacional, en dos por cuatro ya que todos los integrantes vienen de formaciones rockeras. El grupo está integrado por Fernando (TOMACO) Fabbro en bajo, Gustavo (CHACHA) Castrillo en teclados, Ezequiel (UNCA) Gallego en guitarra junto a Damián (BUHO) García y Matías (ORCO) Ortiz en voz.
domingo, 8 de agosto de 2010
Lin Calel sigue vigente
La ópera “Lin Calel”, con música de Arnaldo D’Espósito y texto de Víctor Mercante está basada libremente en el poema homónimo de Eduardo Ladislao Holmberg. Es la tercera ópera de autor argentino más representada por cantidad de funciones, luego de “El Matrero” y “Aurora.” Lo más notable es que estos guarismos los obtuvo entre los años 1941 y 1964, y a pesar de los casi cuarenta años transcurridos sigue entre las más representadas.
Veronica Molas habla del periodismo y las artes visuales
El periodismo y las artes visuales busca estimular una mirada y la reflexión, a través de un acercamiento a una escena en la que la imagen, paradójicamente, no es visible en los medios masivos. La propuesta es pensar una práctica desde el periodismo cultural, con herramientas como textos de autores.
Coordinado por Verónica Molas, egresada de la ECI y periodista de La Voz del Interior
Coordinado por Verónica Molas, egresada de la ECI y periodista de La Voz del Interior
El pensamiento de los patriotas
Entrevista con Susana Rosas Belgrano, chozna de Manuel Belgrano, descendiente de Pedro Rosas y Belgrano.
La historia
En 1802 Manuel Belgrano conoce a María Josefa Ezcurra. Se enamoran. Pero como ella estaba casada, doce años después, cuando su marido la abandona y se radica en Europa, acompañará al ya general Belgrano en su campaña militar como Jefe del Ejército del Norte. Embarazada de Manuel, María resuelve partir a la estancia de unos amigos en Santa Fe, donde el 30 de julio de 1813 nace su hijo Pedro. Poco tiempo después, Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra, hermana de María Josefa, adoptan al pequeño, que pasa a llamarse Pedro Rosas y Belgrano.
Conforme a los datos históricos más aceptables, fue criado por los Ortiz de Rozas y se hizo hombre junto a esta familia. Estanislao S. Zeballos afirma que era “sobrino de don Juan Manuel, y de conocida familia de Buenos Aires”.
Primera parte
Segunda parte
viernes, 23 de julio de 2010
miércoles, 14 de abril de 2010
“El último refugio” se suma a los 50 años de El Doce
El 18 de abril de 1960 marcó el comienzo de un nuevo hito en la historia de Córdoba, por primera vez en los hogares cordobeses se encendieron las primeras pantallas televisivas, dando lugar a que la retina de cada habitante se llenara de asombro y se iluminara con imágenes de su ciudad.
De esa fecha han pasado 50 años y por tal motivo El Doce volverá a sorprender e iluminar la retina de cada cordobés, encendiendo el cielo a través de cuatro shows de fuegos artificiales, que serán disparados simultáneamente y distribuidos de forma tal que cubrirán los cuatro puntos cardinales de la ciudad. A su vez estos irán acompañados de música especialmente seleccionada para la ocasión, generando así, la combinación de luces y sonido, una atmósfera cálida y emotiva que hará que ningún habitante de la ciudad pueda abstraerse del momento
El lanzamiento será a las 22:30 horas a través de la cuenta regresiva que realizará el periodista, Gustavo Tobi y que será transmitida en dúplex por El Doce y Radio Mitre en el programa “El último refugio.”
Habrá cuatro puntos en la ciudad de Córdoba que iluminaran el cielo con fuegos de colores: Plaza España – Bº Nueva Córdoba, Parque Autóctono Monumento Gral. Paz (Balcón a la ciudad),Predio Museo de la Industria – Bº Gral. Paz y Plaza Jerónimo del Barco – Bº Alberdi.
Este show de fuegos artificiales y sonido será utilizado como apertura del primer programa especial, de una serie de cinco, denominado “Con Vos Toda La Vida.”
domingo, 11 de abril de 2010
Fragmento del capítulo Nº 1 del libro "Nivel Medio"
«Nivel Medio», es el título de la novela del escritor cordobés, Sergio Gaiteri, finalista de los premios Clarín 2008 y Emecé 2009, editada por la editorial cordobesa Raíz de Dos. Y recientemente presentada recientemente en el Cabildo Histórico.Otros de los títulos que lleva publicados el autor son: «Los días del padre» (mención Fondo Nacional de las Artes 2005) y «Certificado de convivencia» (primer premio Fondo Nacional de las Artes 2006).
Gaiteri, nació en Córdoba en 1970 y es profesor de Letras Modernas.
Fragmento
En aquella época tenía la arrogancia de pensar, y muchas veces hasta de decirlo, que yo no era un profesor sino un escritor que daba clases de Literatura. Era joven. No recuerdo a quién ni a cuántas personas se lo habré dicho. No importa. Lo único que me interesaba era escuchármelo decir a mí mismo.
Ingresé al Instituto de Educación a principio de mayo. Había olvidado que un tiempo atrás, a los pocos días de recibirme y mandar a hacer el diploma a Buenos Aires, dejé mis datos en ese colegio. Como en tantos otros, no por nada en especial.
La directora en persona hizo un llamado telefónico, no a la casa donde vivíamos en ese momento, sino al departamento que habíamos abandonado un año y medio atrás con Cecilia. Nos fuimos debiendo algunos arreglos. Pero a pesar de la mala relación con el agente inmobiliario, este hombre o quien la haya atendido tuvo la amabilidad de comunicar el mensaje.
Me presenté un lunes por la mañana. Justo en el momento del recreo. Esperé apoyado en la pared del pasillo que sonara el timbre para volver a las aulas. La directora me vio y me hizo pasar a su oficina. Me senté en frente suyo. Me llamó la atención observar en un vértice de su escritorio dos libros de poesía, uno de Lugones y otro de Vocos Lascano. Digo esto porque en dos ocasiones explicó, con algo de vergüenza, que ella era profesora de Geografía y que no entendía nada de Letras. Dijo que buscaban un reemplazante para una profesora de muchos años en la institución que, desgraciadamente, estaba bajo carpeta psiquiátrica. Lo decía como un fatalismo y una advertencia, como si el destino de la profesora licenciada fuera el único admisible para alguien que se dedica a la materia Literatura. Supongo que mi cara mal dormida y la camisa arrugada le certificaban su certeza. Agregó que yo les ofrecía el perfil laboral exacto, que buscaban un hombre y, sobre todo, joven. Revisó la nueva carpeta con el currículum que le acababa de alcanzar. Por más que se afanara en buscar en la sección de antecedentes laborales ninguno tenía relación con la docencia. Se lo dije yo mismo. Dijo que no me hiciera problema. De cualquier modo, por más que diera el perfil, me aclaró que esa misma tarde tenía que pasar por una entrevista con el Gabinete psicopedagógico.
Conocía el tema. No era la primera entrevista de trabajo que enfrentaba.
Me esperaban dos mujeres en una habitación al final del pasillo. Un espacio pequeño, cerrado, sin ventanas. Ellas debían estar acostumbradas. A mí me faltaba el aire. La transpiración me mojaba el cuello de la camisa. Una, la más joven - después supe que se llamaba Daniela y era la psicóloga - proponía palabras sueltas y esperaba que yo devolviera una asociación instantánea. A las dos o tres series de palabras me di cuenta de que querían asegurarse que no era ni un pedófilo ni un depresivo irrecuperable. Les seguí el juego. Pero no son tontas. Supongo que percibían la exageración. De pronto me encontré amando a los niños y a los jóvenes, amando la vida, convencido de que la educación era la única forma de progreso de la sociedad moderna y que la literatura hacía más humanos a los hombres. Necesitaba el sueldo. Tenía un chico de un año y seis meses, y lo que más deseaba era irme de la casa de mi suegra y de mis tres cuñadas. Pero más que nada necesitaba un trabajo, un lugar en donde sentir que era alguien importante. Al menos por unas horas. Y no sé todo lo demás, pero lo último sí era verdad: en la época de la que estoy hablando la literatura para mí era algo así como lo que les insinué con grandilocuencia a las entrevistadoras.
Gaiteri, nació en Córdoba en 1970 y es profesor de Letras Modernas.
Fragmento
En aquella época tenía la arrogancia de pensar, y muchas veces hasta de decirlo, que yo no era un profesor sino un escritor que daba clases de Literatura. Era joven. No recuerdo a quién ni a cuántas personas se lo habré dicho. No importa. Lo único que me interesaba era escuchármelo decir a mí mismo.
Ingresé al Instituto de Educación a principio de mayo. Había olvidado que un tiempo atrás, a los pocos días de recibirme y mandar a hacer el diploma a Buenos Aires, dejé mis datos en ese colegio. Como en tantos otros, no por nada en especial.
La directora en persona hizo un llamado telefónico, no a la casa donde vivíamos en ese momento, sino al departamento que habíamos abandonado un año y medio atrás con Cecilia. Nos fuimos debiendo algunos arreglos. Pero a pesar de la mala relación con el agente inmobiliario, este hombre o quien la haya atendido tuvo la amabilidad de comunicar el mensaje.
Me presenté un lunes por la mañana. Justo en el momento del recreo. Esperé apoyado en la pared del pasillo que sonara el timbre para volver a las aulas. La directora me vio y me hizo pasar a su oficina. Me senté en frente suyo. Me llamó la atención observar en un vértice de su escritorio dos libros de poesía, uno de Lugones y otro de Vocos Lascano. Digo esto porque en dos ocasiones explicó, con algo de vergüenza, que ella era profesora de Geografía y que no entendía nada de Letras. Dijo que buscaban un reemplazante para una profesora de muchos años en la institución que, desgraciadamente, estaba bajo carpeta psiquiátrica. Lo decía como un fatalismo y una advertencia, como si el destino de la profesora licenciada fuera el único admisible para alguien que se dedica a la materia Literatura. Supongo que mi cara mal dormida y la camisa arrugada le certificaban su certeza. Agregó que yo les ofrecía el perfil laboral exacto, que buscaban un hombre y, sobre todo, joven. Revisó la nueva carpeta con el currículum que le acababa de alcanzar. Por más que se afanara en buscar en la sección de antecedentes laborales ninguno tenía relación con la docencia. Se lo dije yo mismo. Dijo que no me hiciera problema. De cualquier modo, por más que diera el perfil, me aclaró que esa misma tarde tenía que pasar por una entrevista con el Gabinete psicopedagógico.
Conocía el tema. No era la primera entrevista de trabajo que enfrentaba.
Me esperaban dos mujeres en una habitación al final del pasillo. Un espacio pequeño, cerrado, sin ventanas. Ellas debían estar acostumbradas. A mí me faltaba el aire. La transpiración me mojaba el cuello de la camisa. Una, la más joven - después supe que se llamaba Daniela y era la psicóloga - proponía palabras sueltas y esperaba que yo devolviera una asociación instantánea. A las dos o tres series de palabras me di cuenta de que querían asegurarse que no era ni un pedófilo ni un depresivo irrecuperable. Les seguí el juego. Pero no son tontas. Supongo que percibían la exageración. De pronto me encontré amando a los niños y a los jóvenes, amando la vida, convencido de que la educación era la única forma de progreso de la sociedad moderna y que la literatura hacía más humanos a los hombres. Necesitaba el sueldo. Tenía un chico de un año y seis meses, y lo que más deseaba era irme de la casa de mi suegra y de mis tres cuñadas. Pero más que nada necesitaba un trabajo, un lugar en donde sentir que era alguien importante. Al menos por unas horas. Y no sé todo lo demás, pero lo último sí era verdad: en la época de la que estoy hablando la literatura para mí era algo así como lo que les insinué con grandilocuencia a las entrevistadoras.
domingo, 21 de marzo de 2010
Personaje de pueblo
Hoy recordamos a Chivita, el personaje de Pozo del Tigre, Formosa. Una persona que quedará en la memoría de los pozotigrenses para siempre.
“Chivita”
Por Benita Cuellar
(Nacida en Pozo del Tigre, Formosa. Vive en Córdoba desde los 13 años.)
Regresé a mi pueblo de la infancia, cuando el sol aún débil amenazaba con salir del reposo nocturno, la humedad del alba todavía golpeaba las plantas y los árboles de las veredas tupidas. No había nadie, al menos eso pensaba. Un silencio profundo en todos los rincones, solo un burro desconfiado me miraba amenazante mientras pastaba libremente. Pero de repente lo vi, él estaba ahí o quizá fue la curiosidad ansiosa y temerosa de la niñez que volvía a apoderarse de mí en ese momento.
El estaba ahí. Pensé que había muerto. No sé cuantos años tiene, pero ya está viejo. Las canas tiñeron de blanco su gran melena negra rizada. Por su cara de niño ahora pasan los surcos del tiempo, sus grandes pies descalzos continúan acumulando huellas de la tierra que lo vio nacer. Creo que nunca salió del pueblo.
Yo estaba ahí. Los Quiroga daban una gran fiesta en uno de los salones del pueblo, iban de todas partes del país. Todos vestidos de gala. La consigna era juntar a la gran familia por primera vez, un gran acontecimiento para el pueblo. Los músicos unieron sus voces y sus instrumentos para homenajearlos. El asado era el predilecto, y una gran torta, la anfitriona. Y él estaba ahí. Para que lo recuerde, como quién no quiere pasar al olvido. No es Quiroga, tampoco estaba invitado, pero todos lo conocen, yo también. Todos saben que aunque ya es un anciano, su mente es la de un niño. Su inocencia y ternura, está presente en cada acontecimiento del pueblo, con sus aplausos y risas.
Recuerdo que cuando era niña, temía el acompasado plap,plap, plap...de sus manos que resonaban en el aire. Y su apariencia era la de un gigante. Siempre vestía pantalones que le daban a la rodilla, y sacos grandes, por encima de una remera roída. Me parecía que todo era de color marrón claro. Como una foto en sepia. Tal vez porque lo guardé en el recuerdo.
Desde muy temprano, recorría las calles de Tigre en “patas pilas”, como dicen allá, llenas de barro. Nunca usó calzado. Pero nunca faltó a un acto escolar, ni a otro hecho histórico para el pueblo. De cerca festejaba con las palmas y su voz estruendosa. Diariamente sacaba la modorra de los demás habitantes, desde su refugio: el centro. Se sentaba en los bancos de la plaza, o al frente de la municipalidad, saludaba a algunos vecinos, hablaba con otros, todos le regalaban alguna cosa. Su nombre es Gregorio. Pero solo lo llaman “Chivita”. Tampoco sé porqué su apodo. Ahora recién pude mirar su cara, tiene una tupida barba blanca que sobresale de su rostro. Su espalda encorvada por la vejez, continúa llevando la bolsa, hoy pesada por los años. Nunca supe donde queda su casa. Cuando comienza a anochecer se pierde por el fondo de la calle San Martín, hacia no sé donde. Sé que tiene hermanos, pero ninguno más famoso que él. Hasta le rinden homenajes. En el último, el intendente Castillo le regaló un poncho, símbolo de la amistad en esos pagos. Fue la última vez que lo vi. En esa foto, se lo ve sonriente, con la inocencia de un niño y el cuerpo de un anciano. Esta vez, el sepia, se transformó en color. Estaba vestido con cuidadoso traje azul, camisa blanca, y los pies…los pies descalzos. Parecía feliz. ¡Como no estarlo! En Pozo del Tigre, todos lo consideran un hijo, un hermano, un amigo. Porque “Chivita” entró en el corazón de todos los tigrenses, ya es patrimonio del lugar, nadie lo olvidará. Yo tampoco.
“Chivita”
Por Benita Cuellar
(Nacida en Pozo del Tigre, Formosa. Vive en Córdoba desde los 13 años.)
Regresé a mi pueblo de la infancia, cuando el sol aún débil amenazaba con salir del reposo nocturno, la humedad del alba todavía golpeaba las plantas y los árboles de las veredas tupidas. No había nadie, al menos eso pensaba. Un silencio profundo en todos los rincones, solo un burro desconfiado me miraba amenazante mientras pastaba libremente. Pero de repente lo vi, él estaba ahí o quizá fue la curiosidad ansiosa y temerosa de la niñez que volvía a apoderarse de mí en ese momento.
El estaba ahí. Pensé que había muerto. No sé cuantos años tiene, pero ya está viejo. Las canas tiñeron de blanco su gran melena negra rizada. Por su cara de niño ahora pasan los surcos del tiempo, sus grandes pies descalzos continúan acumulando huellas de la tierra que lo vio nacer. Creo que nunca salió del pueblo.
Yo estaba ahí. Los Quiroga daban una gran fiesta en uno de los salones del pueblo, iban de todas partes del país. Todos vestidos de gala. La consigna era juntar a la gran familia por primera vez, un gran acontecimiento para el pueblo. Los músicos unieron sus voces y sus instrumentos para homenajearlos. El asado era el predilecto, y una gran torta, la anfitriona. Y él estaba ahí. Para que lo recuerde, como quién no quiere pasar al olvido. No es Quiroga, tampoco estaba invitado, pero todos lo conocen, yo también. Todos saben que aunque ya es un anciano, su mente es la de un niño. Su inocencia y ternura, está presente en cada acontecimiento del pueblo, con sus aplausos y risas.
Recuerdo que cuando era niña, temía el acompasado plap,plap, plap...de sus manos que resonaban en el aire. Y su apariencia era la de un gigante. Siempre vestía pantalones que le daban a la rodilla, y sacos grandes, por encima de una remera roída. Me parecía que todo era de color marrón claro. Como una foto en sepia. Tal vez porque lo guardé en el recuerdo.
Desde muy temprano, recorría las calles de Tigre en “patas pilas”, como dicen allá, llenas de barro. Nunca usó calzado. Pero nunca faltó a un acto escolar, ni a otro hecho histórico para el pueblo. De cerca festejaba con las palmas y su voz estruendosa. Diariamente sacaba la modorra de los demás habitantes, desde su refugio: el centro. Se sentaba en los bancos de la plaza, o al frente de la municipalidad, saludaba a algunos vecinos, hablaba con otros, todos le regalaban alguna cosa. Su nombre es Gregorio. Pero solo lo llaman “Chivita”. Tampoco sé porqué su apodo. Ahora recién pude mirar su cara, tiene una tupida barba blanca que sobresale de su rostro. Su espalda encorvada por la vejez, continúa llevando la bolsa, hoy pesada por los años. Nunca supe donde queda su casa. Cuando comienza a anochecer se pierde por el fondo de la calle San Martín, hacia no sé donde. Sé que tiene hermanos, pero ninguno más famoso que él. Hasta le rinden homenajes. En el último, el intendente Castillo le regaló un poncho, símbolo de la amistad en esos pagos. Fue la última vez que lo vi. En esa foto, se lo ve sonriente, con la inocencia de un niño y el cuerpo de un anciano. Esta vez, el sepia, se transformó en color. Estaba vestido con cuidadoso traje azul, camisa blanca, y los pies…los pies descalzos. Parecía feliz. ¡Como no estarlo! En Pozo del Tigre, todos lo consideran un hijo, un hermano, un amigo. Porque “Chivita” entró en el corazón de todos los tigrenses, ya es patrimonio del lugar, nadie lo olvidará. Yo tampoco.
jueves, 11 de marzo de 2010
Primer encuentro internacional de las culturas originarias
Los pueblos Rankül y Huarpe organizan el “Primer Encuentro Internacional de Las Culturas Originarias en San Luis” los días 08, 09, 10 y 11 de Abril de 2010.
Este encuentro será un espacio en donde confluyan todos los pueblos originarios de mundo para dialogar y propiciar la construcción colectiva intercultural acerca de sus realidades, deseos y anhelos. Y se encuentren para mostrar sus danzas, sus músicas, y el arte que identifica a cada pueblo, y que a la vez los une.
Hablamos con Pascuala Carrizo Guakinchay, del Programa Culturas Originarias de la provincia de San Luis.
Blas Rivera, un cordobés por el mundo
Entrevista con Blas Rivera desde España, con "Tango- Jazz". Rivera es compositor y saxofonista, con una extensa y sólida formación, produzco una expresión musical que es contemporaneidad en estado puro. Música de nuestro tiempo, global - local y nomádica. Como su propia vida. Los siete CD´s que grabó, con su notable diversidad temática y policromía de arreglos dan testimonio de ello.
Web del músico: www.blasrivera.com
domingo, 7 de marzo de 2010
La magia del texto hecho palabras
Por Benita Cuellar
Siempre pienso que las palabras deben volar más que los pájaros, porque su tránsito por este mundo lo hace en más de una dirección, de un lugar descubierto a otro por descubrir. De norte a sur, de este a oeste, recorriendo velozmente caminos inusitados, alojándose en seguras guaridas de la memoria, y en otras ocasiones sólo transformándose en instantáneas pinceladas para después desaparecer. Divagan en desiertos inalcanzables, de días sombríos, llenos de destellos y anudados por el tiempo. Pueden ser portadoras de mensajes en clave o desnudos a la libertad del gozo de la creación. Pero nada tendría sentido si las voces quedaran allí, inmóviles en el vacío para luego perderse en él, como un halo de misterio, sin dejar huellas que perduren al paso de los años. Sin que queden grabadas en manchas descriptibles de tintas para que puedan asomarse y ser reveladas a cuantos quisieran conocerlas y disfrutar de sus encantos. Sí, ese encantamiento que es la transformación de ellas en el texto. Es un peregrinar de él a la palabra y viceversa, como dos amores inseparables por los siglos de los siglos. Uno sin la otra no tendrían sentido, no le darían expresión a nuestra existencia.
Siempre pienso que las palabras deben volar más que los pájaros, porque su tránsito por este mundo lo hace en más de una dirección, de un lugar descubierto a otro por descubrir. De norte a sur, de este a oeste, recorriendo velozmente caminos inusitados, alojándose en seguras guaridas de la memoria, y en otras ocasiones sólo transformándose en instantáneas pinceladas para después desaparecer. Divagan en desiertos inalcanzables, de días sombríos, llenos de destellos y anudados por el tiempo. Pueden ser portadoras de mensajes en clave o desnudos a la libertad del gozo de la creación. Pero nada tendría sentido si las voces quedaran allí, inmóviles en el vacío para luego perderse en él, como un halo de misterio, sin dejar huellas que perduren al paso de los años. Sin que queden grabadas en manchas descriptibles de tintas para que puedan asomarse y ser reveladas a cuantos quisieran conocerlas y disfrutar de sus encantos. Sí, ese encantamiento que es la transformación de ellas en el texto. Es un peregrinar de él a la palabra y viceversa, como dos amores inseparables por los siglos de los siglos. Uno sin la otra no tendrían sentido, no le darían expresión a nuestra existencia.
El texto pone en la puerta de las palabras la seducción del acontecimiento. Creo que esta atracción la expresa Alejandro Dolina en “La vitrola del tango fatal” del Ángel Gris: “En un bar cercano a la plaza hay un pasadiscos mecánico que funciona con monedas. Los parroquianos eligen inocentemente sus canciones preferidas, sin conocer el horrible secreto que encierra el artefacto (…)”. Las ganas de continuar indagando, conocer más de la historia han sido contagiadas por la magia de la narración. Puedo figurarme la descripción que revela los detalles de la escritura, como fotografías que pasan delante de mí, en la medida en que lo voy leyendo. Las palabras hechas texto se han transportado, a este otro texto que está naciendo. A través de él busco la inspiración, y el lugar que fue movilizado y movilizante. Ese punto donde la imaginación se funde para estallar en mil pedazos, para transformarse en palabras reveladoras y revelantes. Allí, en donde las imágenes regresan vívidas, los recuerdos y los sueños se corren los velos al transformarse en trozos de papel marcados por la pluma inspiradora. Entonces, los colores del texto que ocultaron su luz, como la paleta del pintor guardada en un atelier en tinieblas, salen a emanar aún más fuerte su colorido, por la fuerza de la radio que elige la revelación. Es un juego donde palabra y texto se confunden para echar vuelo a la fantasía y a la realidad. Y claro la radio juega con el hechizo. En esta travesura de las palabras, aquí volcadas, las distintas siluetas de la imaginación arman su juego, seguramente ustedes por el arte de la seducción sabrán contemplarlas y transformarlas en textos con diferentes vuelos
jueves, 4 de marzo de 2010
sábado, 27 de febrero de 2010
Un ritmo con raices negras
lunes, 8 de febrero de 2010
La duda
Por Benita Cuellar
Cotidianamente decimos "tengo una duda", hacemos o decimos tal cosa "por las dudas", "dudo de tal o cual persona", "dudo que vaya a suceder esto", "tengo tantas dudas", continuamente estamos albergandola y recurrimos a ella en circunstancias que nos pueden parecer amenazantes o gratificantes.
La duda se expresa como un vaticinio sobre el futuro, aunque dure unos segundos. Está presente frente las decisiones importantes que tenemos que tomar, sean dificiles o felices. Gozamos cuando dudar fue la mejor elección y nos sentimos muy mal cuando dudar no fue lo correcto.
Desde el vientre materno, ya venimos gestando dudas: "¿será varón?", "¿será mujer?" Y el periplo de ella durará durante las distintas etapas de nuestra vida. Así, en la niñez, andamos persiguiendo y poniendo nerviosos a nuestros padres con dudas como: "De donde venimos nosotros?", "¿nacimos de un repollo, o nos trajo una cigüeña?", "¿que es esa cosa que cuelga de papá?", y qué quiere decir esto o aquello, qué es eso? y por qué tal cosa? etc, etc.
Cuando pisamos la adolescencia el mundo se nos hace gigante y cuál Quijote de la Mancha, pensamos que tenemos que salvar las causas que las dudas las perdieron. Y a veces la duda gana y otras podemos con ella. Dudas sobre el amor: "¿que es el amor?", "alguien gustará de mí","me quiere o no me quiere"; dudas religiosas: ¿existirá Dios? ¿Cómo hizo para crear al mundo en 7 días? ¿Será parecido a mí?", porque dicen que somos a su imagen y semejanza; dudas existenciales: "¿que haré con mi vida?", en fin, dudas de todo tipo y colores.
Luego, cuando somos más grandes y nos convertimos en padres las dudas son más serias de lo que pensamos, "¿estaré siendo buen padre?", "habré elegido la mujer correcta", "el país seguirá igual dentro de unos años", "me quedo o me voy." Las dudas son parte de nuestra vida, andamos con ellas. Hay dudas que duran unos instantes, otras un tiempo más largo y otras que son para siempre. Dudas que no tienen la respuesta en esta vida, como las de la vejez ¿que hay después de la muerte?, ¿me recordarán como un alguien piola, o cascarrabias?, ¿habré hecho algo por este mundo?
Entonces, nos pasamos la vida dudando, de nosotros, de los demás y de lo que nos rodea. De lo que conocemos y lo que no conocemos.
¿Que sería de nosotros sin la duda?, es una duda.
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