lunes, 26 de enero de 2009

Los sonidos de la noche

Toco el teclado. Mis manos húmedas se hunden en él. Se pegan como adhesivo a la madera. Y tengo que hacer un esfuerzo por despegarlas. Ya las tengo rojas. Me duelen. Eso que recién empiezo. Estoy sentada en el sillón de cuero, color negro. Mi espalda desnuda se incrusta a él, como los cuerpos de los amantes que en una noche de gozo no quieren separarse. Son más de las cero horas pero el calor es insoportable aquí adentro. Al lado Alejandro duerme pasivamente con las ventanas abiertas y su cuerpo estirado como si estuviera estaqueado: desplegado en toda la cama, no se mueve. Ya entraron los mosquitos, porque de vez en cuando se escuchan cachetadas. No vienen a mí porque tengo las luces prendidas y pienso que eso los espanta. Y además porque cerré la ventana. Pero lo que si me agrada es que puedo ver a través de los vidrios como luce la noche. Está estrellada, ni una nube, ni un aguacero cercano, solo la luz de las estrellas y de la luna lo inundan todo. Se ve con claridad que es una noche serena. Por eso decido abrir la ventana y contemplarla. Inmediatamente una bocanada de aire fresco recorre mi cara, cierro los ojos y me dejo arrastrar por los misterios que ella trae. El rocío cayendo al pasto y a las plantas, las hojas de los árboles moviéndose al ritmo de los pájaros dormidos. Las siluetas de las casas vecinas se transforman en distintas figuras. Hay altas, bajas, entrelazadas, dispersas. Los árboles espesos se transforman en bosques. En cuyo interior se sienten distintos sonidos: el ulular de una patrulla, los insectos que vuelan y saltan, repiqueteando en las ventanas, los autos que braman en la avenida Rafael Nuñez, las chicharras que cantan a la soledad de la noche. Un gato camina de un poste a otro, mientras con su cola danzante toca una rama y otra, persiguiendo una presa. Quizás acosa a un ratón que osó salir a merodear las bolsas de basura que hay en los patios en busca de alguna cáscara de queso u otro desperdicio domestico. Acaso ande en busca de una gatita que silenciosa lo espera en algún techo. O solo decidió, como yo, hacer lo que mas le gusta: disfrutar la noche. De a ratos se escuchan silbidos que vienen desde el frente y también pasos ligeros. Puede ser alguien solitario que regresa a su casa. Pero presiento que es más de uno, seguro que es un grupo de adolescentes. Quienes recorren las calles en busca de diversión, con sus patinetas al hombro. O solo charlando y riéndose entre ellos. Se juntan en las esquinas o en alguna casa vecina para pasar el verano de la manera más intensa. Tratan de que nada se les escape, todo plan viene bien hasta el regreso de las clases. Ahora escucho el tic tic de un insecto pegando en el piso al lado de mis pies. No sé si es un cascarudo, una cucaracha pequeña, o un grillo. Solo viene a interrumpir mis pensamientos. Igual que él niño que acaba de despertar en la casa de al lado, su llanto es pausado, de a ratos estalla. Su madre lo contiene. Shh shh se escucha. Seguro está parada, con él en los brazos, sosteniéndolo con cariño. Sus manos dormidas deben acariciar su carita enrojecida por el esfuerzo de la queja. Entonces ella se levantará la remera que lleva y desvestirá sus pezones para que el niño se aferre a él y los succione calmando el hambre. Así un sonido nocturno desaparece. Y otro aparece. Esta vez son las notas de un piano, que retumba en las paredes, no logro discernir desde donde surgen. Solo puedo notar que es una suave melodía, tal vez algo de Richard Clayderman. Seguramente una pareja tiene una velada romántica, o es un principiante que ensaya sus obras. O posiblemente un artista decidido a engalanar la noche de magia y llenarla de música. Eso no importa, solo que ahora llegan a mis oídos y se confunde con otros sonidos de la noche. Puedo sentirlo, es un solo eco. Lo inhalo para mis adentros y lo meto a mis pensamientos. Hasta que una frisa madrugadora levanta mis parpados y me hace abrir los ojos. Y veo al lucero acercándose amenazante. Entonces decido cerrar la ventana hasta la próxima noche. En la que nuevamente decida percibir sus sonidos.

1 comentario:

  1. Benita, hacía mucho que no visitaba el sitio, me encantan las publicaciones. Son todas muy interesantes ¡Te felicito!

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